La
alcaldía de Barcelona acaba de publicar un bando recordando a los vecinos de la
ciudad el deber que tienen de practicar las reglas más elementales de la
higiene. Este prudente bando de la Alcaldía es un padrón de la cosa pública.
Barcelona, la dulce y amable Barcelona, no brilla realmente por su amor a la
higiene. En esta misma sección hemos hablado más de una vez de la suciedad
típica de nuestra querida ciudad; hemos pintado el cuadro que ofrecen algunas
calles céntricas, tan hediondas, tan repugnantes como los aduares marroquíes, y
nuestros ediles han continuado tan frescos, pensando
alegremente en invertir millones en la celebración de un gran certamen de
industrias fantásticas, para que los extranjeros que vengan con tal motivo a
visitarnos se convenzan de que esta ciudad es una de las más desdichadas del planeta.
Leyendo ayer el prudente bando de la Alcaldía
veíamos pasar los carros que reparten carne a los mercados y establecimientos
donde ésta se expende; esos carros no
debe haberlos visto nunca el señor alcalde Boladeres; si los hubiese visto los
habría mandado retirar inmediatamente. Tampoco debe haber visto esas calles del
bario de Atarazanas, donde la falta de limpieza rebasa el límite de toda
fantasía. Para los vecinos de este y de otros barrios de la capital, la calle
es una especie de estercolero donde se pueden arrojar impunemente las aguas
sucias, las verduras, los trapos viejos, los despojos de todas las clases;
estos vecinos, faltos de educación civil, estos infelices que no se lavan
nunca, que no se bañan, que huelen mal y viven tranquilos en montones de
inmundicia, debían ser vigilados asiduamente. Ante el peligro de una epidemia,
todas las medidas , por rigurosas que sean deben aceptarse, si van encaminadas
a evitar el mal o a impedir su funesta propagación. ¿Es que no existe en
Barcelona una Comisión de Higiene? Si existe ¿Por qué no se dedica a visitar
los barrios donde se albergan esas pobres gentes que no disfrutan de ningún
beneficio de los que gozan los privilegiados de la fortuna? ¿Es que no saben
nuestras autoridades que hay centenares, miles de casas en Barcelona donde
viven familias muy numerosas hacinadas como bestias de las que se conducen al
matadero? ¿Es que no piensan en el peligro de que la epidemia que nos amenaza
entre en esos tugurios, en esas habitaciones pequeñas, si luz, sin ventilación,
sin condiciones higiénicas de ninguna especie? Se nos dirá que el ayuntamiento
no dispone de recursos para remediar un mal tan grande; pero el Ayuntamiento,
si no puede remediar este mal, no debió bajo ningún pretexto agravarlo al
iniciar reformas que no se practican bajo un plan ordenado y lógico. Cuando se
comenzaron a demoler centenares de casas donde vivían familias pobres, los
ediles reformistas, por muy rudimentaria que sea su inteligencia, debieron
pensar que esos desgraciados a quienes el juez les enviaba la inapelable orden
de desahucio, tendrían que refugiarse en alguna parte; debieron suponer que no
iban a dormir en mitad del arroyo.
“¡Hay
que derribar las casas viejas! ¡Hay que destruir esas calles estrechas y
sucias! -dirán esos ediles. – Ustedes mismos lo aconsejan.” Sí, señor; hay que
derribarlas; pero es preciso construir inmediatamente otras para que sustituyan
a esas que derriban; es necesario hacer barriadas obreras; dedicar todo el
dinero que se despilfarra inútilmente a esta necesidad; que es sin duda la más
necesaria, la más imprescindible de todas; sin pensar en certámenes ni
fanfarronerías ridículas cuando se desatienden obligaciones de esta naturaleza.
“Salus
populi suprema lex”
Article escrit per Andreu Nin de dia 31 d’octubre de 1914.
La maduresa periodística de Nin es va mostrant cada cop
més. Serà en aquests articles de la secció que escrivia a La Publicidad,
anomenada “Palique”, on trobarem veritables joies periodístiques com la que
avui podeu llegir. Hom pot trobar en escrits com aquest tots els elements que defineixen
un magnífic article... amb la virtut afegida de que el temps passat no el fa
passar de moda!
Barraques del Somorrostro de Barcelona a principis dels anys vint.
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