LOS CRONISTAS.

 

Hablemos del oficio. El Heraldo de Madrid ha encabezado la primera de sus columnas con unas letras que dicen: “Glosario de los cronistas”, y nosotros nos permitimos preguntar sencillamente: ¿Pero es que los que firman en esa sección son cronistas? ¿Es que Saint-Aubin, Aguilera y Arjona, Isaac Muñoz y demás compañeros de “glosario”, son realmente cronistas? ¿Tienen la perspicacia, la gallardía, la agilidad literaria, el ingenio, el donaire, la aristocracia mental que caracteriza a los croniqueurs?

De todos los que hasta ahora figuran en ese originalísimo glosario, solo Cristóbal de Castro puede apellidarse cronista en el moderno, en el actual sentido de la palabra. Cristobal de Castro tiene la simpática audacia, la irreverencia y la habilidad periodística que no distingue a casi ninguno de sus compañeros. El croniqueur no es el que escribe un buen artículo de esos que se llaman de fondo; tal vez por su estructura, por su pesadez, porque en ellos aparece, casi siempre, el sedimento de ideas arruinadas o arcaicas; el croniqueur no es tampoco el que habla en tono apostólico de los grandes problemas sociales, científicos y políticos, aplastando al lector con sus cifras, con sus notas, con su erudición, Estos señores a quienes hay que admirar por el heroico esfuerzo que representa su cultura, deben escribir en las revistas y no descender al periódico, donde falta espacio para los mil incidentes de la vida en sus continuas y múltiples manifestaciones. Tampoco son cronistas esos jóvenes literatos que el buen patriarca Vicenti acoge en las columnas de El Liberal; esos señores que se dedican a la vaga y amena literatura, mucho más vaga que amena, desgraciadamente. Y es que, son muy pocos los que tienen una idea exacta de lo que es o, mejor dicho, de lo que debe ser un periódico. ¿Verdad, amigo Palma? Dilo tú que eres un amenísimo cronista. La visión, por ejemplo, de una puesta de sol en el Guadarrama o en cualquier otro punto del interior o de la costa, será siempre motivo para escribir unas cuantas líneas o unas cuantas páginas más o menos admirables; pero no es asunto para una crónica periodística. El periódico tiene la exclusiva misión de relatar los incidentes, los aspectos de la vida social, y el cronista es el hombre culto e ingenioso que pone un comentario al suceso, al hecho que impresiona, a la multitud con su violencia, con su brutalidad; el que sabe definir inmediatamente un gesto, una actitud, una posición espiritual; el que ve los aspectos, las deformidades y las armonías de las cosas presentes; todo esto, con la rapidez, con la perspicacia, con la milagrosa intuición que caracteriza a los verdaderos, a los admirables periodistas modernos.

En España hay algunos, no muchos, escritores que pueden dignamente llamarse cronistas. Ya hemos citado a Cristobal de Castro, citemos también a Julio Gamba y no olvidemos al nobilísimo maestro Mariano de Cavia, cuya gran cultura le hace en ocasiones apartarse un poco de la realidad para ir por los más nobles caminos ideológicos.

 

Article escrit per Andreu Nin el dia 27 de juliol del 1914.

 

A Andreu Nin no li agradava gaire que el definissin com a “periodista”, ell s’estimava més que diguessin que era un “cronista” o, com ho defineix ell, amb el mot francès “coniqueur”. En aquest article Nin defineix perfectament el que ell considera que es un “cronista” i la feina que ha de fer en el diari. Al final de l’escrit ens parla dels tres grans cronistes que escriuen en castellà i que ell admira: Castro, Gamba i Mariano de Cavia, els tres considerats entre els millors periodistes del primer terç de segle XX a Espanya.



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