Ahir dissabte, defensors dels drets humans a Rússia Bielorússia i Ucraïna van rebre oficialment el Premi Nobel de la Pau. Fa un centenar d’anys, Andreu Nin escrivia aquest article que llegireu, en defensa de la concessió del mateix premi a la Bèlgica que havia estat envaïda pels alemanys en l’inici de la guerra, violant descaradament la seva neutralitat. La inesperada resistència dels belgues i les atrocitats comeses pels alemanys, en aquest país, van actuar com aglutinant dels aliats en la lluita contra l’Alemanya invasora. Malgrat tot, finalment, la concessió del Premi Nobel de la Pau el 1914 va quedar sense adjudicar. Espero que després de llegir aquesta petita introducció històrica entendreu millor les raons que porten a Nin a escriure en defensa d’una nominació que fracassarà. Recomano, com sempre, la lectura detinguda de l’article de Nin i estic segur que en podreu treure unes conclusions de rabiosa actualitat malgrat el temps que ha passat des de que ell el va escriure.
El premio Nobel.
Estrepitoso fracaso el del pacifismo. Los espíritus
benévolos que, presintiendo el fragor de nuevas guerras, pusieron sus afanes
por hacerlas imposibles o muy reducidas, contemplan, entristecidos, esa locura
que nos lanzó a la ambición desapoderada.
Está muy en su punto la chusca idea de colocar sendos
albaranes en el Palacio de la Paz. También hubiese resultado oportuno declarar
desierto el premio Nobel de la paz, si no surge esta oportuna proposición de la
prensa noruega para que se otorgue a la abnegada, animosa y sacrificada
Bélgica.
El sabio inventor, para demostrar que no perseguía con su
explosivo un fin inhumano, fundó este premio en favor de quien laborara más
intensamente por la armonía universal.
Sin disputa ha sido Bélgica la que mayor empeño puso al defenderse para que el atropello fracasara. De
haber sido otras las circunstancias, el acto del pueblo belga llevaba al
fracaso a esta empresa guerrera, pues aún que aparezca al pronto más pacífico
el ducado de Luxemburgo, en realidad facilitaba con su docilidad el tremendo
choque.
Si en esta empresa heroica ha puesto Bélgica su honor, su
vida y su pujanza, para verlos de pronto arruinados, nadie con mejores títulos
se ha hecho acreedor al galardón del Nobel. No existe paradoja en considerar a
Bélgica armada, merecedora del premio. Véase como el pacifismo, que debió tener
sus más denodados mantenedores en los intelectuales, halló en ellos una falta
de caridad que aportó al incendio razones de egoísmo odioso, rencores de raza,
soberbias de los privilegiados. La voz serena del saber y de la reflexión,
enmudeció al pronto para salir a la postre mezclada entre el estrépito de las
descargas, el clamor de los moribundos y el gemido de las viudas y huérfanos.
Las preces del que inmolado en el Gólgota pedían perdones y misericordias para
sus verdugos, fueron olvidadas por los modernos filósofos altruistas que si
acuden a la divinidad es porque recuerdan que el Señor Dios de los ejércitos
dispensa mercedes y protección a sus creyentes.
La doctrina de amor que el estudio debe procurar para
dolerse de las flaquezas del prójimo, enmendándolas, ha callado y la hemos
visto trocada en rencor incomprensible.
Bélgica fue la que en la paz trabajó para su tierra; que
fecundara y embelleciera el humano esfuerzo; que atesorara joyas artísticas,
monumentos y templos del saber. Bélgica ha sido la que ha visto caer tantos
esplendores ante los arrebatos de la ira y de la envidia de quienes se dicen
amantes del saber y de la cultura.
Quisieron con las armas amparar lo que amenazaban las
armas. Ha sucumbido lealmente, heroicamente, con absoluta generosidad, por
defender un ideal de paz que por la paz apreciara.
El Premio Nobel le es merecido si la justicia ha de
cumplir con uno de sus más elevados fines: el de reparación.
Article escrit
per Andreu Nin el 9 de desembre de 1914.
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