Si descartásemos todas las elucubraciones, fantasías y devaneos más o menos literarios, científicos, diplomáticos, políticos, tácticos, históricos, geográficos, financiero, etc., etc., que se publican diariamente a propósito de la guerra, la cosa marcharía deliciosamente, pero no; lo esencial, según parece, es complicar, enredar, obscurecer un poco el asunto, cualquiera que sea. Claro es que no se puede censurar ese noble afán que mueve a todos cuando tratan de intervenir en el debate; su intención es buena; pero el caso es que, reunidas todas esas buenas intenciones, producen un resultado deplorable. El lector lee en un mismo día doscientas versiones distintas, cuatrocientas opiniones contradictorias y acaba por hacerse un lío, por volverse completamente loco. –“Debemos ser neutrales” -dicen unos, - “Debemos romper la neutralidad”- exclaman otros. –“La neutralidad se impone” -afirma éste. –“Lo que se impone es la acción” -dice el de más allá- y cada uno cita en defensa de su opinión autores, estadistas, genios de la guerra o de la política; todos tiene razón, todos desean el bien del país, todos hablan, al parecer, desinteresadamente; pero todos dicen una porción de desatinos estupendos. Y lo más grave, lo más lamentable de esto es que esos desatinos no los dice el barbero de la esquina, ni el tendero de enfrente; son discursos, artículos, declaraciones de hombres importantes, no en el sentido intelectual, porque entonces no dirían desatinos; en el sentido político, son los jefes de los grupos, los hombres visibles de la política, los que tienen la obligación de no decir tonterías, de guardar un prudente silencio que haría respetable, hasta cierto punto, su ignorancia. Claro que esto, que parece a primera vista un mal, no lo es; porque sirve para que se desacrediten un poco más todos esos sabios, todos esos caballeros audaces que dirigen asambleas, corporaciones y partidos. Pero ¿Es que puede pasar otra cosa en un país donde Romanones es académico de Bellas Artes, donde la política sirve para escalar todos los puestos, para obtener todas las patentes, todos los honores, incluso aquellos que se reservan a hombres doctos y prudentes que pasaron su vida en el silencio de los laboratorios y de las bibliotecas? ¿Cómo impedir que Juan Lanas escriba artículos y hable a voz en grito de la solución del conflicto europeo, ensartando una serie de desatinos, si el que preside la comisión de presupuestos o se levanta a hablar en la Academia de la Historia es otro Juan Lanas tan estúpido, tan ignorante, tan audaz, como este que nos envía unas cuartillas a la redacción? Si se publican las estupideces que dice Romanones y las majaderías de Lerroux, lo mismo pueden publicarse las sandeces de Juan Lanas que es tan tonto como ellos.
¿Por qué todos esos
sabios que hablan ahora sobre la conveniencia de lanzarnos a una aventura
guerrera no dicen que al marcharse de España los extranjeros han tenido que
cerrarse muchos talleres, muchas fábricas Muchas industrias cuyos directores
técnicos eran alemanes y franceses? Esto es vergonzoso ¿Verdad? Pues hay que
decirlo, hay que contestar noblemente que somos un pueblo mucho más inculto de
lo que parece; un pueblo miserable, que vive de milagro, en el que faltan los
medios más elementales de expansión comercial; es preciso decir que aquí,
siendo todos sabios, no podemos resolver ni siquiera el problema de educar y
mantener a nuestros hijos; que los mendigos andan a centenares por nuestras
calles; que nosotros todos, más o menos, somos unos pordioseros que vivimos
haciendo equilibrios y aparentando una tranquilidad que nos falta. De esto es de
lo que hay que hablar; estos son los problemas que hay que resolver
inmediatamente, antes de pensar en estúpidas aventuras imposibles. Pero de esto
no hablan esos señores que lo saben todo; prefieren decir vaciedades sobre el
conflicto europeo cuyas consecuencias, buenas o malas, son inevitables para
nosotros.
Article
escrit per Andreu Nin el 22 d’agost de 1914.
Malgrat
que fa més d’un centenar d’anys que Nin va escriure aquestes coses, malgrat que
han passat ja dues grans guerres i que les ciències i la tecnologia han avançat
una barbaritat ... les persones continuem amb els mateixos defectes, amb les
mateixes actituds, amb els mateixos vicis que Nin ja va saber captar
perfectament en aquest escrit. ¡ HEM CAMBIAT
MOLT POC !
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